jueves, 1 de junio de 2017

El ap-ego y el des/ap-ego


Cuando hablamos de un "virtuoso" nos referimos a un violinista, a un pianista, pero rara vez nos referimos a un hombre o mujer "que tiene virtudes, que obra o se desarrolla según la virtud", que es su primera acepción. El desapego o no-apego es una virtud que te permite vivir más ligero y conectado con el presente.
Es claro que para entrar en el no-apego hemos de conocer antes el apego. Vamos a revisar nuestros apegos, aquellos que están en nuestra vida y que nos impiden avanzar. Una vez que tomemos conciencia de lo que nos pasa, podremos empezar a soltar.


A medida que vayamos soltando, seremos capaces de desapegarnos de lo que nos pasa en el día a día, en el aquí y ahora. Mirar la vida de esta forma supone aceptar lo que la vida nos trae, con agradecimiento, sin agarrarse a lo que pudo haber pasado o a lo que tenía que pasar.  Comencemos a tomar conciencia:
Soy del Barca, soy catalán, soy vasco, soy español, soy abogado, soy rico, soy coach, soy gay... Todas estas afirmaciones hacen incidencia en nuestra idea de identidad y aunque son útiles para ganar cierta seguridad, en el fondo limitan más que abren, condicionan las respuestas que damos ante los retos del entorno. Nacer en un sitio o en otro, ganarse la vida con una profesión u otra, las preferencias sexuales, la cuenta corriente, un equipo de fútbol o las lealtades hacia una cultura o hacia un grupo de amigos son sólo accidentes de la vida, sincronicidades que nos permiten crecer y desarrollarnos pero a las que no es sano apegarse.  Tantos apegos pueden darnos una falsa señal de seguridad pero es claro que no nos dan felicidad ni tampoco nos preparan para tener más poder personal. Al contrario.
Para estudiarlos, podemos clasificar nuestros apegos en tres grupos. El primero tiene que ver con nuestra cabeza, nuestras opiniones, ideas y valores. El segundo con nuestras emociones y el tercero con nuestra imagen social, nuestro posicionamiento. 

Muchos apegos pueden incidir en los tres grupos. El apego a lo que tenemos, al dinero, puede ser un ejemplo de esto. El apego puede venir por valores familiares o puede ser una necesidad no satisfecha, tambien puede ser algo instintivo, como un gran deseo. En ocasiones las herencias traen cargas, y los apegos acaban de enredarlo todo. Tener posesiones es fantástico, y tambien lo es no tenerlas.


Hay quien trabaja en una empresa y siente que la silla sobre la que pone su trasero es suya. Tiene apego a su puesto de trabajo y esto le hace ser descuidado. 


Otro clásico apego es a una persona, la pareja, un hijo, mamá, papá, un amigo, o incluso a una mascota. Parece que nos morimos si la otra persona desaparece, o no está ahí para nosotros. 


El apego al poder, a la jerarquía, es muy popular, Aquí el origen tambien se puede mirar con estos tres ojos: un apego emocional, un deseo o una idea. 


La realidad es que nos encantan nuestros valores y nuestras ideas y las defendemos contra viento y marea como si se tratase de un asunto de vida o muerte.
Así  nos encontramos con personas que tienen ideas fijas de sí mismos, de los demás y de la sociedad. En el Eneagrama se llaman fijaciones.  Se puede ver este tipo de apego en los refranes populares: "yo no cambio", "esto siempre ha sido así", "más vale malo conocido que bueno por conocer", "ande yo caliente y ríase la gente"...
También ocurre que nos formamos una foto fija de una persona y nos quedamos apegados a ella; nos relacionamos con la idea de la persona, y no con la persona que tenenos enfrente. Resulta chocante ver las rupturas de matrimonios que llevan muchos años juntos y se confrontan mutuamente con frases del estilo "tú has cambiado", "tú no eras así cuando me enamoré de ti", "eres otra persona y ya no puedo amarte"...
A menudo los padres nos quedamos pegados con una foto fija e inamovible de nuestros hijos que nos cuesta actualizar cuando estos crecen y se independizan; ocurre también entre hermanos, ya que nos apegamos a una foto fija de algún momento en el pasado pero nos cuesta actualizar esa imagen.
Finalmente están los que se han quedado con ideas fijas sobre la sociedad, los políticos, la economía..., ideas que usan como un mantra sin pararse mucho a reflexionar sobre ellas. Son de izquierdas o de derechas de toda la vida, y hablan con términos como "comunista", "facha", "liberal"... A menudo dicen frases como "antes la vida era mejor que ahora", "no sé dónde vamos a parar", "los ricos son todos unos ladrones", "con la que está cayendo"...
El segundo grupo tiene que ver con apegos emocionales, así nos sentimos apegados a una madre o a un padre, una pareja, un equipo de fútbol, una región, un idioma e incluso con objetos que representan personas o cosas pero que tienen un valor sentimental. También podemos estar apegados de forma inconsciente con un ancestro muerto, o con una víctima, o un asesino.
Los apegos emocionales pueden ser complicados de deshacer ya que suelen ir anclados a nuestra confianza hacia la vida. Nos enganchamos a cosas o personas para ganar seguridad, aunque no son más que parches en un barco que zozobra.
Según una antigua leyenda Sioux, los dos miembros de una pareja deben volar juntos uno al lado del otro pero jamás atados. Es claro que una relación ha de basarse en el no-apego hacia la otra persona, lo que elimina de un plumazo las expectativas y demandas hacia la otra parte y te prepara para estar en el Amor, con mayúscula (amor respetuoso + amor empático + amor instintivo).
El tercer grupo tiene que ver con nuestros apegos corporales, así hay personas adictas al tabaco, alcohol, drogas,  a deportes extremos (a la adrenalina que desprende el cuerpo en situaciones de peligro), a comidas o bebidas, al sexo...
También podemos ser adictos a nuestra imagen en la sociedad, a nuestro posicionamiento, a nuestra marca personal. A menudo olvidamos que esta imagen es solo una percepción que queremos que la sociedad tenga de nosotros pero que no suele tener mucho que ver con nuestro ser real.
Por encima de estos tres tipos de apegos, navega el mayor de todos, el apego al propio ego, a la máscara, que es la que asumimos cuando tenemos en torno a 5 años de edad pero que soltamos al morir. Creo que fue Jodorowsky quien en un programa de TV dijo que él quería morirse sin apegos, que no quería irse al otro mundo teniendo que cargar apegos de este.
Nuestros apegos representan mucha de nuestra identidad personal, y son cosas que nos atan a este mundo, a nuestra forma de verlo y de vivirlo. Nuestra importancia personal está repleta de apegos obsoletos y limitantes y sin embargo, estamos contentos de abrazarlos y estimularlos, sin darnos cuenta de que justamente esos apegos son los que nos cierran la puerta de la felicidad y del Amor.
Estos apegos son en muchos casos sustitutos de mamá, asideros a los que nos agarramos para seguir sintiéndonos protegidos en un entorno seguro.
Es interesante que veamos nuestros apegos como lo que son: anclajes para alimentar nuestra importancia personal y para seguir conectados con un pasado que ya pasó, que mira a la muerte y no a la vida.
La pregunta es, si quieres avanzar, ¿a qué te estás apegando? ¿qué tienes que soltar?
Después de contestarte, puedes seguir indagando en tus apegos familiares, ¿con quién te identificas más? ¿Con mamá o con papá?  Estás conectada con algún abuelo o abuela? ¿Algún otro ancestro?
Es un camino largo, que acaba con la muerte, donde todos los apegos se esfuman,  como en un mal sueño.
•      ¿Qué es el apego? ¿Por qué tenemos esa tremenda necesidad de apego? ¿Cuáles son las implicaciones del apego? ¿Por qué uno se apega? Cuando estamos apegados a algo siempre hay miedo, miedo de perder esa cosa; siempre existe esa sensación de inseguridad. Por favor, obsérvese a sí mismo. Siempre existe esa sensación de separación.


•       Estoy apegado a mi esposa, y estoy apegado a ella porque me da placer sexual, me da placer como compañera; ya conocen todo esto, no tengo que explicarlo. De modo que estoy apegado a ella, eso significa celos, temor; y si hay celos, tiene que haber odio. Y bien, ¿Es el apego amor? Esta es una cuestión que debemos observar en nuestra relación.          Jiddu Krishnamurti

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