Lucía es ama de casa. No ve a su marido porque éste trabaja de sol a sol. Ella decidió cambiar su trabajo por el cuidado de los hijos. Ahora ellos están en la Universidad y ella no sabe qué hacer, el matrimonio no va bien y eso le provoca mucha ansiedad por su futuro. Sus amigas le dicen que se mueva, que haga algo, que se recicle, pero ella prefiere refugiarse en su vida normal, de siempre, con sus compras compulsivas y sus fantasías de una vida mejor.
Victoria trabajaba en el Corte Inglés. Esta empresa era su vida, sus amistades, sus contactos, sus compras, como una gran familia a la que debía honrar. Hace seis meses la echaron y está en paro. Aún anda buscando algo parecido a lo que perdió, un trabajo para toda la vida; no se ha dado cuenta que ese tipo de trabajo desapareció.
Pedro trabaja de funcionario. No le gusta su trabajo pero le da
seguridad. Su gran ilusión es la osteopatía, disciplina en la que se ha
formado. Le cuesta dar el salto a lo suyo, suele decir esa frase: "más vale malo conocido".
Isabel es profesora de bachillerato en un colegio público. No duerme
bien, pide la baja bastante a menudo, siente que su vida se le va por el
desagüe y no se siente con fuerzas de evitarlo. Le falta tener confianza en
ella misma, en los chicos y en la vida `para salir del atolladero donde está.
Juan es un ejecutivo de una multinacional. Ha llegado a su techo y lo
sabe. El día menos pensado le muestran la puerta y eso le tiene preocupado. Se
desfoga con sus compañeros del fútbol y no se pierde un partido.
María trabajaba en Personal, hasta que se llevaron el departamento a
Bruselas y a ella la echaron a la calle. Le gustaba el tema del coaching y la
formación. Se formó en una conocida Escuela de Negocios confiando que un título
la iba a ayudar. No funcionó, un título da imagen, no confianza.
Lola es psicoterapeuta. Lleva poco tiempo y para no meter la pata, usa
el eneagrama como mapa caracterológico tratando a cada paciente según su rasgo.
Aún no ha descubierto que lo que
necesitan sus pacientes no son números sino confianza. Pero antes tiene ella
que recuperar la confianza en sí misma, en su instinto.
Antonio ha sido incorporado al Consejo de Dirección. Está un poco
abrumado y no sabe a ciencia cierta qué se espera de él. Intentar controlar la
situación le frustra aún más, lo que antes funcionaba, ahora ya no.
Manuel ha comenzado una nueva relación. Sin embargo, no se deja
disfrutar del amor, los celos le atenazan. La quiere para él y se siente mal
cuando piensa que puede perderla. Tiene mucho apego y eso no está bien. Su
falta de confianza en él, en ella y en la vida, hace que su relación sea
dolorosa y conflictiva.
Fernando trabaja como formador externo en el mundo de la empresa. Cada
vez hay menos trabajo y cada vez se cree menos las cosas que dice. Necesita un
cambio y reciclarse y no sabe cómo, hay tanta oferta de formación que no sabe por
dónde empezar. No tiene claro lo que quiere ya que le falta confianza.
Todas estas personas tienen una cosa en común: su falta de confianza,
la dificultad de trabajar en entornos con alta incertidumbre, un apego
desmesurado por un trabajo fijo, la necesidad de que alguien "vele por
ti", como un padre o una madre, el apego a lo establecido, a la zona de
confort.
Exposición
La falta de confianza es una enfermedad que TODOS padecemos. Desde el
momento del nacimiento, esa falta de confianza va creando el carácter, la
coraza caracterológica, un resultado de esa enfermedad.
Vemos esta enfermedad en el presidente estadounidense Nixon cuando usó la Guerra contra las Drogas para quitarle poder a los movimientos anti-guerra y por los derechos de los negros en la década del los 70´s. La contracultura del 68 asustó a toda una generación e hizo que la corriente neoconservadora se pusiera en pie de guerra.
También se ve en el actual presidente Trump, que busca referencias en
el pasado de Nixon y de Reagan, para volver a un tiempo que ya fue y que nunca
volverá. Su conocida necesidad de ser aclamado y querido muestra esta
enfermedad en todo su rigor.
Vemos esa falta de confianza en muchos europeos que prefieren blindar sus
pensiones, sus salarios, sus trabajos, sus casas. Cerrar la puerta
de mi casa para estar a salvo no lleva al progreso, al contrario, genera
disfuncionalidades que provocan escenarios conflictivos.
Vemos esta enfermedad en los millones de personas que se tiran en los brazos de sus médicos con el pensamiento mágico de que se van a poner bien y no van a sufrir. La realidad es que un medicamento es una droga, y deberíamos saber qué tiene y qué hace antes de tomarla. Es conocido que los medicamentos son la tercera causa de muerte en el mundo; entregar nuestra salud a empresas que sólo buscan lucro no es una buena idea. Asumir nuestra responsabilidad por el cuerpo que tenemos y su cuidado es muy distinto.
Se nota un cambio en la sociedad: estamos haciéndonos responsables de
nuestra salud, así estamos cada vez más informados y somos más conscientes de
qué comemos o bebemos. Tratarnos bien es
el primer paso en este proceso de recuperar la confianza.
La industria eléctrica en España es otro ejemplo de esta falta de
confianza: bloquea las energías alternativas ante el miedo a perder facturación.
Tienen a un montón de políticos y medios
de comunicación en nómina para evitar que los particulares podamos cobrar por
la energía que producimos. Todo este lío se puede evitar mirando el bien común.
Conclusión
¡En fin! Vemos esa falta de confianza cada día, en cada momento con el
apego a lo establecido, la mirada al
pasado o al futuro y no al presente, con el marketing salvaje que en la mayoría
de los casos incide en la falta de confianza. Si miras la televisión, parece
que los anuncios están enfocados en el pobre hombre que necesita de un perfume,
de un coche ó de una crema para poder tener confianza en sí mismo y ser feliz.
Muchos negocios se fundamentan en esta falta de confianza y muchas
compañías utilizan esta falta de confianza como cebo para hacer negocios. Cuando
tenemos falta de confianza, el mundo se nos hace muy grande y nosotros nos
vemos muy pequeñitos. El armamento es un reflejo de esta falta de confianza; en
el mundo se gastan 1,8 billones de dólares en atacar y en defenderse, de los
que los EE.UU. gasta el 39%. Sólo en espionaje militar, EE.UU. gasta la
friolera de 80,000 millones de dólares anuales.
La falta de confianza hace que
las cárceles sean cada vez más grandes, que se prefiera la confrontación al
diálogo y que los recursos del planeta estén muy mal distribuidos. Tener
confianza significa asentir a la vida
tal cuál es, reconocer nuestras crisis como oportunidades y celebrar nuestros
éxitos con humildad. Tener confianza es reconocer que estamos vivos, que
tenemos un espacio único, y que ese espacio es nuestro y nadie nos lo puede
quitar. También supone mirarnos en algo más grande que nosotros y ponernos a su
servicio, validar nuestras emociones, sean agradable o desagradables y
reconocerlas como parte del flujo de la vida. Tener confianza también supone
sentirse parte de un destino colectivo y asumir la parte que nos toca.
Nuestra propuesta: El arte del liderazgo, construyendo poder personal.
Un trabajo personal para desarrollar la confianza en ti mismo.
Tener confianza nos hace responsables de nuestros actos y de nuestras
decisiones, y nos entrena para tomar decisiones; confianza
para ser feliz.
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