Muchos lectores se han interesado por la continuación de
este artículo. Aunque desde luego yo no tengo las respuestas sí puedo anticipar
algunas direcciones de trabajo que nos pueden permitir migrar a un sistema más
sostenible y sobre todo, respetuoso con el planeta que nos ha tocado
vivir. Comenzaré definiendo algunas premisas de trabajo:
Cuando miramos la realidad desde
una perspectiva causa-efecto, tenemos la fantasía de pensar que así como
creemos que un problema está causado por una causa específica, así su solución también
vendrá como consecuencia de una acción concreta. Esto desde luego es falso cuando
aplicamos una mirada sistémica.
Desde un planteamiento sistémico
hemos de concienciarnos que el sistema tiene un cierto equilibrio y aunque este mismo sistema sea abiertamente disfuncional,
tiende a perpetuarse y a evolucionar.
Así por ejemplo, una familia en donde
haya violencia y malos tratos representa un sistema que se alimenta a sí mismo,
aunque desde luego sea disfuncional y también genere mucho dolor a sus
integrantes.
Un cambio en un sistema en un nivel micro afecta al nivel macro. Ya
mencioné en el anterior artículo que los patrones sistémicos se repiten en
todos los niveles del sistema con lo que un cambio en una parte de la
estructura repercute en todos los niveles del sistema.
Sistémicamente, hay tres reglas que han de respetarse: el principio de orden (tiene prioridad en
un sistema quien más aporta al mismo), el de pertenencia (los miembros de un sistema tienen el mismo derecho a pertenecer al mismo), y el
de dar y tomar (se tiende a
equilibrar lo que cada miembro del sistema da y recibe del mismo sistema).
Yo añadiría una cuarta regla y es
que los sistemas tienden a
autorregularse; Perls lo definía como la ”autoregulación
organísmica”, y aunque él lo aplicaba a las personas, también podemos
ver el sistema como un organismo vivo que tiende a perpetuarse y evolucionar y que
disfruta de lo que se ha dado en llamar “homeostasis”.
Antes de seguir, quisiera hacer una reflexión sobre las
expectativas. A menudo me sorprende la ceguera que mostramos los ciudadanos cuando
pretendemos que el sistema funcione de forma impecable. Exigimos a nuestros
gobernantes que sean seres perfectos, motivados por altos ideales y virtuosos; buscamos
que las personas de nuestro entorno se comporten de una determinada manera…. En
definitiva tenemos en muchos casos el loco
pensamiento de que el mundo de ahí fuera se acomode a nuestras expectativas y a
nuestro modelo del mundo.
Tener altas expectativas del comportamiento de los demás
está muy bien pero está aún mejor tener
altas expectativas del propio comportamiento y de las áreas de influencia
en las que tenemos capacidad de decisión.
Así pues, pretender que el resto del mundo se acomode a una
cierta ética no deja de ser una fantasía que nos lleva a no responsabilizarnos
de lo nuestro. No digo que haya que mirar con pasividad las disfuncionalidades
del sistema, mi enfoque es que el
sistema cambia a nivel macro en base a los cambios que se realizan a nivel micro.
También es cierto que el sistema tiene una conciencia global que nos
trasciende.
Es claro que el sistema actual no siempre cumple las reglas
sistémicas que he mencionado (orden, pertenencia, dar y tomar, homeóstasis); ya
mencioné en el
anterior artículo como el no cumplimiento de estas reglas afecta a la
disfuncionalidad del sistema. Resumiendo:
Una gran parte de la población
del sistema está excluída del mismo
y no tiene acceso a los alimentos necesarios para su subsistencia.
La discriminación
de las mujeres supone ponerlas en una posición
inferior a la del hombre por su condición de mujer y lo que es aún peor, no
reconocer su aporte a la vida.
El miedo hace que aflore el autoritarismo que es utilizado por personas
o entidades para colocarse por encima del lugar que les corresponde, tomando
más de lo que dan.
La mercantilización de la vida juega con el principio de
pertenencia, así obligan al individuo a prostituirse ante la vida para sentirse
parte del sistema.
Finalmente, la pereza psicoespiritual o como lo llama Claudio Naranjo, “el
olvido de sí”, juega con la falta de conciencia de la persona, que olvida el
lugar que le corresponde.
Aunque haya sido cuestionada, tiene sentido traer a colación
la teoría
del centésimo mono, según la cuál un comportamiento aprendido se propaga
rápidamente desde un grupo de monos hasta todos los monos. En el
contexto del actual trabajo, el sistema global puede evolucionar en la
dirección que pudiera marcar una masa crítica de personas. Esto refuerza la
responsabilidad individual en el cambio del sistema.
Mi propuesta es clara, al margen de que el sistema tenga su
propia consciencia, para cambiarlo hemos
de cambiar antes nuestro mundo interior. Esto se puede aplicar a todos los
niveles del sistema; para cambiar el sistema disfuncional de mi familia he de
cambiar yo mismo mis propios comportamientos disfuncionales que, aunque no
seamos capaces de verlos, contribuyen a la disfuncionalidad de mi familia. Para
cambiar el sistema disfuncional de mi empresa, he de cambiar igualmente mis
comportamientos y lo mismo aplica para la comunidad.
El sistema tiene un
Alma propia que lo guía y que vela por el equilibrio del sistema. Bajar la
cabeza ante las disfuncionalidades del sistema supone reconocer que es algo más
grande que nosotros que nos trasciende y, entre otras cosas, que se comporta de
forma homeostática, que se autorregula, y que evoluciona de la mejor forma
posible. Esto puede sonar extraño o incluso puede rechinar las mentes sensibles
de los lectores que lo pueden interpretar como una justificación de las
guerras, el sufrimiento y todas las disfuncionalidades del sistema. Al
contrario supone verse muy chiquito frente a la grandeza del sistema y asumir
lo que hay. Una vez que tomamos este nivel de consciencia, entendemos que lo
que pasa es lo mejor que puede pasar y que si
queremos migrar a otro sistema más funcional y sostenible hemos de trabajar en nosotros
mismos, en nuestro sistema particular, laboral y familiar.
Nadie sabe dónde
vamos. Ni los gobernantes, ni los economistas, ni tan siquiera los que se
autodenominan visionarios; nadie sabe dónde estaremos a 5 años vista, la incertidumbre
lo ocupa todo y en estas circunstancias quejarse
es la peor de las estrategias. Se trata más bien de cómo podemos movernos en el nivel de incertidumbre actual e irnos
acomodando a los cambios que van surgiendo. Es claro que el sistema tal y
como lo conocemos se está desmoronando y está emergiendo un sistema distinto, para
integrarnos a este nuevo sistema de la forma menos dolorosa posible quisiera
resaltar unas normas básicas de desarrollo:
Cada persona ha de asumir la responsabilidad por su propia vida. Pretender
que “papá estado” me solucione la vida no solo es infantil, sino que genera
mucho sufrimiento. Igual de fantasioso es pensar que mis padres me van a solucionar
la vida, o una pareja adinerada, o la lotería. Nuestro nivel de insatisfacción
o incluso de dolor es nuestra responsabilidad. Cada individuo es responsable de
su destino y si pone la responsabilidad de lo que le pasa al mundo, está delegando
el poder que tiene, sea mucho o poco.
Tengo derecho a estar aquí, y no tengo que pedirle permiso a nadie
para estar vivo. No necesito ponerme una ropa determinada ni buscar reconocimiento.
Estoy vivo y eso significa que mi sitio es este.
La satisfacción de mis necesidades es mi competencia y si delego
esas necesidades en un padre una madre, una pareja o incluso un trabajo estoy
perdiendo poder y abriendo la puerta al sufrimiento.
Tenemos unas creencias que funcionan
a modo de mecanismos de defensa para proporcionarnos estabilidad. Cuando todo a tu alrededor se desmorona, es
conveniente ser flexible y despojarse de los valores que te han acompañado pero
que en el aquí y ahora ya no son necesarios.
El aspecto divino de la existencia significa sentirse parte de algo más
grande que me trasciende. El ser humano consta de 100,000 millones de
células, cada una de ellas con su propio sistema de reproducción, de
alimentación y de eliminación de residuos; todas forman parte del organismo que
conforma mi Ser de la misma forma que cada uno de nosotros representa una
célula de un sistema más grande que nos trasciende. Asumir esto supone acceder
a otro nivel de consciencia en donde también podemos no solo Ver, sino tener
más capacidad de decisión y de influencia a en el sistema global.
Podemos influir en los sistemas que nos rodean, ya sea el familiar,
el social o el laboral. No hace falta pensar en grandes cosas, un pequeño
movimiento a menudo es suficiente para que nuestro sistema se mueva.
La segunda ley hermética, llamada el principio de Correspondencia
se refiere a “Como es arriba es abajo, como es abajo, es arriba”. Por tanto, si
trabajamos en nuestro nivel micro, podremos modificar el nivel macro e influir
en el rumbo de los acontecimientos.
El apredner a atender el conflicto interior como preambulo a los cambios sistemicos me parece es una tarea permanente, donde el tiempo es tan importante como determinante en los resultados que se generan.
ResponderEliminarGran aprendizaje. Felicidades
Gracias Othón, Un abrazo
ResponderEliminarGracias Daniel, así es, fantasmas en vida, lo has definido bien.
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