En mi anterior artículo, mencionaba las diferencias entre una ruptura (una
revolución), una transición (de la dictadura a la democracia, en España), o una
absorción (cuando una empresa compra a otra).
Resaltaba que
para poder transitar a un futuro más funcional, sin entrar en ruptura, se ha de reconocer el pasado y respetarlo, sabiendo mirar a los que han llegado antes y lo que han logrado.
Pudiera
parecer que de esta forma estamos atados al pasado, sin posibilidad de cambio
real, condenados a vagar por las disfuncionalidades del sistema antiguo con
poca capacidad de reacción.
Esto es así
en la mayoría de los casos, los seres humanos vivimos anclados víctimas de nuestras
creencias y valores a los que adoramos en silencio, incapaces de vislumbrar las
cadenas que nos atan al dolor y a la infelicidad.
¿Es posible transitar a un futuro mejor, respetando los que han venido antes, y rompiendo muchos de los paradigmas que actualmente causan las disfuncionalidades del sistema? La respuesta es que sí, pero hemos de trabajar en otro nivel de conciencia.
Por poner un
ejemplo real y anclarnos a la realidad. En España vivimos aún las consecuencias
de una guerra fratricida,: los partidos políticos y/o sus
votantes aún se siguen alineando, unos con los vencedores y otros con los vencidos,
condenados de por vida a mantener un enfrentamiento que los muertos hace ya
tiempo que olvidaron, y que solo las pasiones humanas son capaces de mantener.
Trascender
este estado de enfrentamiento no es fácil. Intentaré mencionar las dificultades
principales, y cómo ir más allá
Liderazgo disfuncional. Muchas personas
se sienten leales a una ideología, a un ancestro muerto en la guerra, a un
concepto de realidad, a una quimera, al dinero o a la importancia personal y siguen este constructo sin darse cuenta de
las cadenas que los atan, sin percibir que son esclavos de esa idea, de ese
ancestro, de ese concepto de la realidad. No son capaces de pensar y de razonar
por sí mismos, viven de ideas prestadas, de emociones adoptadas, una existencia predecible y aburrida.
Lealtades de grupo. Las personas
individuales tendemos a vivir en sociedad y a ser leales a la sociedad en la
que vivimos. No hace falta irse a la
Alemania de Hitler para ilústralo; tenemos multitud de ejemplos hoy en día que
nos muestran nuestra necesidad de aglutinarnos en torno a creencias y valores
comunes: grupos religiosos, banderas, idiomas, razas, sectas o incluso equipos
de fútbol.
Desconexión con la propia instintividad.
Vivimos alejados de la naturaleza, hemos olvidado que la Tierra es nuestro
hogar y que le debemos respeto. Preferimos sentirnos dominadores y propietarios
de la Tierra antes que sus hijos. Nuestro castigo consiste en vivir vidas
vacías, sin conexión real con la vida, confundiendo el hedonismo con el placer
y el marketing con la realidad de las cosas. Le damos una posición subordinada
a las mujeres, auténticas hijas de la Tierra y creadoras de vida, y les
hurtamos su dignidad.
SI queremos
hacer una transición a un sistema más funcional, hemos de trabajar en otro
nivel de conciencia: más allá de seguir a una idea, a una persona, a una ideología, al narcisismo o al lucro,
hemos de ser capaces de liderarnos a mostros mismos. Hemos de ser capaces de
trascender los juicios de nuestros grupos de referencia e ir más allá y hemos
de ser capaces de vivir en conexión con nuestros instintos.
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